Diario reinventado. Cuando un ".io" se convierte en un ".blog"

Javier Garcia Pellicer
3 min read
Diario reinventado. Cuando un ".io" se convierte en un ".blog"

Hay cambios que se hacen con un clic… y otros que, aunque también se ejecuten con un clic, te remueven por dentro como si estuvieras vaciando un cajón que llevabas años evitando.

Hoy es uno de esos días.

El Diario de un Inconformista cambia de casa. Pasa de su antigua dirección en un dominio .io a su nuevo dominio .blog.

Y sí, es un cambio de dominio. Y sí, hay una estética nueva, una forma distinta de presentarse, de respirar, de ordenar el espacio. Pero, sobre todo, es una declaración íntima: estoy en otro momento. Y el lugar donde escribo… también.

Esta mudanza, además, no viene sola, sino acompañada de un proceso de limpieza, archivo y cierre de todas las anteriores versiones de mí mismo, y por tanto de mis Diarios, empezando por ThinkingInBlue, que fue mi primera habitación propia en internet. Mi primer “hola, mundo” personal. El lugar donde aprendí a escribir para entenderme. Donde descubrí que poner pensamientos en palabras es una forma de ordenar el caos… y de abrazarlo a la vez. Me sigue gustando su nombre, su estética y su trasfondo, que no deja de ser el mismo que el actual, pero, como te decía, ya no vibro en esa onda. Incorporaré lo mejor de aquel Diario en entradas a lo largo del tiempo en el nuevo .blog, y lo dejaré ir.

Lo mismo ocurre con la versión 1 del Diario de un Inconformista, aquella que nació en un momento vital muy concreto, para un objetivo muy concreto, y que me supuso el reto, maravilloso e incluso terapéutico, de escribir durante casi un año, entradas todos los días. Pero aquello acabó, porque nació en un mundo que ya no es el mismo. No se pierde del todo, porque lo tengo archivado y algunas entradas, las que más vibran con mi versión actual, las rescataré con el paso del tiempo, pero también lo voy a dejar ir.

Sigo queriendo mejorar cosas, claro. Sigo cuestionando, anotando, imaginando. Pero ya no me interesa tanto demostrar que estoy en movimiento como darle sentido al movimiento. Ya no quiero que este espacio sea un “proyecto”. Quiero que sea un hogar.

Me apetecía volver a mi esencia. A la calidez del texto. A la sensación de “entra, ponte cómodo, aquí está mi cabeza (y mi corazón) sobre la mesa”.

Este cambio también es estético, una piel nueva para una etapa distinta. He buscado una apariencia más serena, más limpia, con más aire. No porque lo anterior estuviera mal, sino porque ya no necesito lo mismo. Antes quería un espacio que se pareciera a un laboratorio de ideas. Ahora quiero un espacio que se parezca a una sala con luz de tarde.

También he entendido algo, que tener muchas casas no significa tener más espacio. A veces significa vivir repartido. Significa dejar un trocito de ti en cada pestaña abierta. Significa duplicarte. Y yo ya no quiero duplicarme.

Quiero un único sitio donde se junten y mezclen mis ideas, mis sueños, mis dudas, mis aprendizajes, mis emociones. Quiero que todo lo que pienso y siento tenga un lugar donde convivir, sin tener que decidir dónde va.

Hay quien confunde cerrar algo con rendirse. Para mí es justo lo contrario. Es un acto de intención, de foco, de decir “esto soy yo ahora”. No es borrar el pasado, es integrarlo. Porque lo que he escrito, pensado, sentido… no pertenece a un dominio. Pertenece a una continuidad: la de seguir vivo por dentro, la de seguir haciéndome preguntas, la de seguir creciendo.

Seguiré escribiendo como quien deja migas de pan para volver a encontrarse, y no perderé el inconformismo, por mucho que cambie el tono.

Porque crecer, para mí, no es acumular. Es quedarme con lo que importa. Y hoy, lo que importa, es esto: una casa nueva, una estética nueva… y el mismo impulso de siempre: entenderme mejor para vivir más de verdad.