Parece mentira, pero así es.
Como todos los años, el olor a pólvora empieza a impregnar el ambiente, entremezclado con olor a buñuelos, churros y chocolate. Los ninots empiezan a elevarse mientras las carpas ya han tomado las calles. Las Fallas ya están aquí.
Y con ellas, desde hace un año, llega, aún más presente, tu ausencia.
Mucha gente te ha llorado este año. Los homenajes de la SVFH y de la SEFH, pusieron de manifiesto el cariño y amor que muchas personas te tenían. Sé que lo viste y lo sentiste.
En el Servicio estamos en un momento muy convulso. Son tiempos de despedidas y de hasta luegos. Pero también de regresos y de nuevas incorporaciones. Y por mucho que me fastidie, también de incertidumbres y esperas.
Llevo unas semanas acordándome más aún de lo habitual de ti. El proyecto que hemos empezado sobre información de medicamentos con los modelos más avanzados de inteligencia artificial a los que es posible acceder, inevitablemente me lleva a ti. Lo que hubieras disfrutado liderándolo. Hubieras parecido una niña con zapatos nuevos. Es lo que llevabas años esperando. Pero la vida se te llevo demasiado pronto.
Tu mesa sigue vacía, al menos de continuo. Ocasionalmente ocupada, sigue siendo la «mesa de Eva». Cada vez que paso por el pasillo, te sigo mirando, aunque no te reconozca en las caras allí presentes. Para serte sincero, a muy muy pocas personas «veo» sentadas de continuo en esa mesa, y a quien más veo, no está destinada a ella, sino a otra. Y sé que tú estarías encantada con esa idea.
Sigues en mi despacho temporal, sin perderte un detalle. Cada alegría y cada tristeza. Cada éxito, público o privado, y cada derrota parcial. Cada decisión, fácil o difícil. Contigo, la soledad de este despacho, es menos soledad.
Te sigo echando de menos Eva. Un beso.
