Son las acciones las que expresan y construyen las prioridades
Este es uno de mis modelos mentales básicos, y uno de los mensajes fuerza que traslado en mis ponencias de productividad personal.
Las acciones no solo revelan las prioridades, sino que incluso las construyen. Cada “sí” que damos a una cosa, es un “no” que firmamos a otra cosa, y el bolígrafo es el tiempo. Por eso la agenda es más honesta que el discurso: lo que repetimos se convierte en costumbre, y la costumbre se convierte en identidad.
Para mí, es fundamental definir y desplegar mi estrategia personal, de forma holística (incluyendo los ámbitos personal y profesional) y completa, para tener perfectamente claro lo que quiero hacer, cómo quiero hacerlo y, sobre todo, por qué quiero hacerlo. Y así, en principio, se supone que es bastante fácil saber cuáles son mis prioridades.
Sin embargo, te voy a poner un ejemplo. Imagina que te digo que una de mis prioridades es ver crecer a mi hijo a lo largo de los años, verlo casarse y poder disfrutar de mis nietos y nietas.
Para cumplir con esta prioridad a largo plazo, y dado que no soy un padre joven, defino que es importante que cuide mi alimentación y haga deporte, como pilares para mantener no solo una vida más prolongada, sino también con una calidad adecuada. Pues bien, así las cosas, cuando tengo que elegir entre comerme un plato de ensalada o comerme un bollo, en principio, se supone que la elección es sencilla. Lo mismo sucede, por ejemplo, cuando tengo que elegir entre ver una serie de Netflix tumbado en un sofá o hacer una sesión de fuerza.
Pero, ¿qué ocurre si lo que elijo es el bollo o el sofá? Sobre todo, si esta elección la hago de forma sistemática.
Pues que, por mucho que me diga a mí mismo y escriba en mi estrategia, mi prioridad no es ver a mis nietos, sino más bien, contrarrestar cualquier emoción interna mediante un chute de dopamina derivado del bienestar momentáneo de comerme el bollo o ver una serie. Mi prioridad es mi bienestar momentáneo, y no mis nietos. Insisto, si esto ocurre de una forma sistemática.
El problema es que darse cuenta de esto es duro, muy duro, porque te descubres engañándote a ti mismo, y no es agradable. Pero por duro que sea, es necesario ser consciente, afrontarlo y actuar en consecuencia, de la manera que sea, porque, al final, una prioridad no deja de ser una inversión de atención, energía, dinero y presencia. Y, porque al fin y al cabo, es mi vida, y puedo vivirla como quiera, pero no engañándome a mí mismo.
Este modelo es igualmente aplicable a cualquier otra persona. Fíjate, cuando escuches a otras personas hablar de sus valores y prioridades, si estos coinciden con sus acciones, o no. En los tiempos que vivimos, no dejarás de sorprenderte. Y aunque es cierto que la persona puede estar auto engañándose, en muchos casos lo que intentan es engañarte a ti.
Y tú, ¿crees que tus acciones expresan tus prioridades? Si es que sí, perfecto, pero si es que no, ya estás tardando en actuar.