No es lo mismo sentir una realidad, que imaginarla.
Se atribuye a Steve Jobs la práctica diaria, durante 33 años, de mirarse a los ojos, frente a un espejo, y preguntarse: Si hoy fuera el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?
Se dice también que Jobs adoptó esta práctica después de leer una cita que decía: «Si vives cada día como si fuera el último, seguro que algún día tendrás razón», y que le impresionó tanto que decidió incorporarla a su rutina diaria.
La verdad es que desconozco si esto lo hacía o no, pero sí me gustó la idea cuando la leí hace mucho tiempo, e intenté ponerla en práctica en varias ocasiones, aunque con escaso éxito.
Al final, analizando por qué no me funcionaba, me di cuenta de que todo se reducía a un tema de credibilidad, porque ni me terminaba de creer que ese sería mi último día, ni tampoco me creía que fuera capaz de dejar de hacer todas mis obligaciones del día.
Hace poco, de forma inesperada, la vida me dio un aviso. Uno íntimo y personal, que prefiero no contarte, pero me enseñó que había una posibilidad real de que todo cambiara, de forma inminente, a peor, a mucho peor.
Durante ese aviso, aun cuando percibes que solo es una probabilidad, pero una probabilidad real, vives el Memento Mori de otra forma. Ya no lo estás imaginando, lo sientes.
Y sabía que lo sentía, porque dolía.
En ese momento, son muchas cosas las que duelen a la vez. Pero era un dolor que clarificaba, más si cabe, las cosas de mi vida. Lo que es importante y lo que no.
El aviso pasó, y la vida sigue igual, por fortuna. Pero el Memento Mori lo vivo de otra forma. Recuerdo ese dolor, y decido mejor diariamente sobre que ocuparme y sobre que no. Sigo haciendo mis obligaciones, pero sí soy mucho más selectivo, con mi tiempo y a quien se lo dedico, además de buscar y dotar de sentido a todas las cosas que hago.
Y tú, ¿practicas el Memento Mori?