Hace tiempo, ojeando Instagram, me encontré con un término que resonó especialmente en mí, probablemente por mi gusto por la marca personal, y del que me he acordado de nuevo esta mañana.
Se llamaba "Mabui", y se definía como la esencia de cada uno de nosotros como ser vivo. Nuestro espíritu y fuente de energía vital. Nuestra parte inmortal que nos hace únicos. Cada acto, cada movimiento, cada gesto, cada palabra, cada olor, transfiere energía y recuerdos que perduran.
Busqué en su día un poco más de información, y en la cultura okinawense se considera que cada persona tiene su propio "Mabui", que es más que solo su alma; es también su esencia y energía vital que da vida al cuerpo, y personalidad al individuo. Según la creencia, si el "Mabui" se separa del cuerpo, la persona puede caer enferma o sufrir de infortunio.
Me encantó ese concepto de no ser solo alma, sino también esencia y energía vital.
En realidad es un recordatorio de la profunda conexión que tenemos con nuestra propia esencia y con el mundo que nos rodea. Una oda a la importancia de mantener un equilibrio interior y vivir en armonía, justo lo contrario del estrés y el desequilibrio, que son a menudo la norma en nuestra vida actual.
Me gusta esta filosofía de vida que enfatiza la interconexión y respeto hacia uno mismo y hacia los demás, y que nos invita a vivir de manera más consciente y equilibrada.
Me gusta "Mabui," y sobre todo, me gusta la gente con un buen "Mabui".
Por fortuna, tengo de esa a mi alrededor.