El desgaste silencioso

Javier Garcia Pellicer
2 min read
El desgaste silencioso

O como también me gusta llamarlo, «cuando te hartas sin darte cuenta».

No sé si a ti también te pasará, pero en mi caso, lo he vuelto a notar a los pocos días de coger las vacaciones. Esta vez ha sido hacia el sexto o séptimo día, algo más tarde que en ocasiones anteriores.

De repente, la música vuelve a tocarme. Una canción me prende la piel como si encendieran las luces de un teatro. Ahí descubro que llevaba meses con el volumen de mis emociones en “mute”. De nuevo, el «desgaste silencioso» se había apoderado de mí.

Me refiero a esa erosión que no hace ruido ni titulares. No es un burnout en llamas, es un goteo que te lima a base de notificaciones, microtareas, compromisos que por apilamiento abruman, y métricas que te empujan sin preguntar “para qué”. Y aunque desde fuera todo parece ritmo y precisión con la cabeza a 120, el alma se queda sin wifi. El mundo se queda sin graves ni agudos.

En ese sexto o séptimo día es cuando me doy cuenta de que he estado funcionando en modo “piloto automático profesional”: reuniones, correos, decisiones encadenadas, resolver urgencias como quien cambia de marchas. Funcionaba, sí, aunque, sin embargo, no sentía, o al menos al nivel basal mío.

También hay otras señales que ayudan a reconocer la situación: te cuesta emocionarte con lo que antes te elevaba, te vuelves cortésmente cínico, todo lo vives “bien, pero”. Duermes, pero no descansas. Trabajas, pero no creas. Comes, pero no saboreas. Estás, pero no estás.

Es como un hartazgo educado que se disfraza de eficacia en busca de lidiar con una agenda llena, llevar al día un correo electrónico absolutamente sobre dimensionado, y no dejar de gestionar proyectos en tiempo y forma. A fuerza de cuidar procesos, dejas de cuidarte a ti mismo, y tu corazón marcha en neutro. Te haces experto en posponer el sentir.

Quizá esa sea la auténtica magia de las vacaciones, la de revertir el desgaste silencioso, la de acabar con el exceso de ruido.

Tal vez también te pase. Si al leer esto has sentido un cosquilleo, o una punzada, quizá tu volumen interior está más bajo de lo que creías. Sube el dial. Que el próximo “día 7” nos pille sintiendo, no resucitando.